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Familias de anuncio.







Siempre después de ver uno de esos anuncios de desayunos me acabo preguntando, si mi familia es un caso anormal, y somos una especie digna de estudio o por el contrario las que no son fáciles de encontrar son las familias que salen en esos anuncios.






Porque yo alucino con esa cocina tan ordenada, luminosa, esa mesa con todo preparado que parece que hubiera venido Chicote con su séquito para organizar en un momento todo ese despliegue de leche, cereales, bollería, café humeante...




Y por si eso fuera poco aparece “el marido perfecto”, con la camisa planchada y esa sonrisa colgate, mientras desayuna con su familia soñada. Sí, soñada, unos hijos que se levantan con una sonrisa heredada de su progenitor, todos vestidos, peinados y tomando ese rico desayuno que les preparó, como no, una perfecta madre y esposa que los recibe maquillada y vestida a la última. Todos juntos empiezan así un día maravilloso y ….(sonido de los dibujos animados semejante a la desilusión )

Desilusión, porque nada más lejos de la realidad. Las mañanas en mi querido hogar no se le parecen en nada, aun comprando esas maravillosas galletas que se suponen que crean la magia.

Mi cocina es un lugar donde nos apelotonamos todos haciendo cola delante del microondas para calentar la leche.


Yo, medio maquillada con los pelos de punta, vistiéndome a trozos, mientras achucho a mis hijas para que muevan sus traseros y así con un poco de suerte llegar en el minuto de descuento antes de que el colegio cierre sus puertas.


Mi marido buscando una camisa que haya tenido la suerte de haber pasado por la plancha e intentando que el café humeante no le salpique en ella, porque si así fuera posiblemente tendríamos un gran problema.
Y mis hijas a medio vestir, una lloriqueando porque tiene sueño y la otra malhumorada porque la vestimenta no es de su agrado. 





Con los pelos tan enredados como si hubiera combatido con el más fiero de los luchadores de las galaxias.







Y si ven las nuevas galletas compradas con el deseo de que esos desayunos puedan ser unos desayunos de anuncio, se les escucha decir:

Galletas ¿son nuevas? Yo no las quiero.
—¿Por qué compras esas galletas? yo quiero las mías.
—Cariño, tú y tu manía de cambiar, si es que cosas que anuncian cosa que compras.

Y yo, allí con cara de póker, sin saber si gritar un ¡Basta ya! O, por el contrario, reconocer que aunque no somos la familia perfecta del anuncio de galletas, somos una familia, la mía.



Por eso pienso que quizás no deberían hacer esos anuncios engañosos y hacer alguno un poco más real porque estoy segura que vuestras familias se asemejan mucho más a la mía que a la del anuncio.

Gracias por leerme, es un placer tenerte de nuevo aquí en la sección y como siempre te digo: Comenta, ya sabes que tus comentarios alimentan al blog y me gustan para conocerte mejor. 


Un saludo y hasta la próxima. Nos leemos en " Con Ca de Chary Ca".