Que el matrimonio no es fácil no es ninguna novedad, pero si
me gustaría decir que quizás si los matrimonios no duran para siempre es porque se ponen demasiadas expectativas en
él y además no se le cuida lo que se debería cuidar teniendo en cuenta lo
complicado que puede llegar a resultar la unión de dos personas, máximo cuando
esa unión se pretende que sea para siempre.
Yo, siempre pensé , desde el lado femenino por
supuesto.
Que cuando se hacen los votos matrimoniales y «se
promete, amar y respetar en lo bueno y en lo malo todos los días de mi vida».
No tenemos ni la más remota idea de lo que estamos prometiendo. Vamos que si lo
analizamos es para salir corriendo.
Claro que eso te lo hacen prometer en un
momento en el que lo único que quieres es acabar y conseguir tu cometido que no
es otro que el de unir tu vida a la persona que junto a ti está prometiendo sin
tampoco tener claro lo que promete.
En consecuencia, es más fácil cumplir la
promesa de dejar de fumar que la que todos los que nos casamos hacemos ya sea
delante del cura o delante del concejal en funciones.
Analicemos; prometemos amar en lo bueno, vale eso es
sencillo, no es difícil amar a alguien cuando se es joven, atractivo, sin
problemas económicos y con toda una vida por delante.
El problema lo veo yo en
amar en lo malo. Eso es muy difícil. No todo el mundo es capaz de seguir amando
a alguien cuando la vida se empieza a poner cuesta arriba, cuando los problemas
económicos o familiares inundan el día a día. Cuando ya no sé es tan joven e
ilusionista, cuando ya uno sé sabe de memoria las miserias del otro.
Pero sobre todo es difícil porque el matrimonio, siempre juega a matar todo aquello por lo que llegas
a él.
Lo voy a explicar.
A las mujeres nos encanta, nos enamora y nos hace sonreír
algo que los hombres saben hacer muy bien, mientras no nos tienen seguras.
El tonteo. Si así de simple, nos gusta
sorprenderlos mirándonos con cara de bobos, nos gusta esas frases insinuantes,
esos detalles que van fomentando nuestra ilusión.
Ese sentirte única, deseada y
especial. Ellos saben hacerlo, todos lo hicieron en el periodo del cortejo,
pero todos o casi todos (no me quiero pisar los dedos) dejan de hacerlo
paulatinamente después del matrimonio.
Y cuando nos damos cuenta hemos dejado de ser esa mujer
especial a la que adoran para ser esa mujer imprescindible que necesitan para
que los cuidemos. Y claro eso ya no
tiene magia.
Y día tras día,
problema tras problemas, poco a poco vas dejando de mirarte a los ojos, de
comentar cosas fuera de la rutina del hogar y los niños.
A él deja de
importarle si te compraste un vestido, si te quieres cambiar de peinado o si
tu jefe o un compañero de trabajo te llevan hasta límites insoportables. Y
todo porque ya somos suyas, el cazador ya tiene a su presa y no se tiene que
preocupar, es suya, ya se puede relajar y sacar la parte más desagradable que
lleva dentro.
Y llegan los reproches, las inseguridades, los silencios
eternos donde ya no existe nada ni bueno ni malo que decir y con todo ello el declive de un matrimonio que se
auguraba feliz.
Y ella deja de ser esa chica divertida, espontánea e
interesante que él veía y él deja de ser ese seductor que a ella le hacía
sentir especial.
Una pena, sobre todo
teniendo en cuenta que podría haber sido de otra manera si quizás, solo quizás
él hubiera sido capaz de mirar a través de los ojos de ella, y darse cuenta que
su posición no es fácil, no es fácil ser la chica espontánea cuando tiene que
lidiar con niños, problemas domésticos, números rojos y todo ello sin perder la
sonrisa.
Con esto no solo le estoy echando la culpa de todo a la
parte masculina de esta sociedad, solamente estoy dando mi versión femenina, que en resumidas cuentas a mi modo
de verla y decir que nos gusta que tonteen con nosotras, nos gustan el eterno
noviazgo y que, si eso siguiera en la medida de lo posible, quizás solo quizás
muchos matrimonios no serían tan desgraciados o aburridos. Porque ya es difícil
querer a alguien en lo malo como para que encima no se nos motive a hacerlo.
Porque querer se les quiere, pero otra cosa muy distinta es poder soportar el
día a día.
Y si no decirme a quien de vosotras mariposas, no os hace sonreír
un mensaje subido de tono, un ¡qué guapa!, ¡te sienta bien ese peinado!, o un ¡si
no fuera por ti que sería de mí! Sí, existen miles de formas para que una mujer
se sienta bien y a gusto dentro de esa empresa que es el matrimonio.
Si los empresarios
apuestan por el refuerzo positivo,
porque no se puede aplicar a una empresa tan importante como es una vida
juntos.
Quizás esta reflexión llega porque soy una romántica
empedernida y me gustaría creer que existe el “juntos para siempre”
Y vosotras, mis mariposas que opináis sobre lo dicho. Espero vuestros comentarios que me hacen sonreír y ver que siempre existe alguien al otro lado.